¿Cuándo empezó el entroido de Verín?
ORIGEN E HISTORIA
Es en épocas oscuras de la Edad Media cuando aparece con más fuerza formando parte del círculo litúrgico cristiano, por lo que parece que sin la existencia de la Cuaresma, el Carnaval no hubiese perdurado en la forma que mayoritariamente se presentó hasta hace algunos años.
Desde el Renacimiento se creyó que el Carnaval provenía directamente de las antiguas fiestas Saturnales romanas. En estas fiestas existía como costumbre generalizada, el trueque de regalos e invitaciones, de vestirse con máscaras o disfrazarse y de que los señores vistiesen las humildes ropas de los esclavos, gozando éstos por contrapartida, de cierta libertad sin reconocer amo alguno.
La propia palabra Carnaval llevó a algunos a derivarla de “carrus navalis” o representación que en la fiesta de las “Kalendas” de marzo venían a celebrar los romanos en honor a la diosa Isis, con procesiones, disfraces y exhibiciones de barcos arrastrados por tierra.
El Carnaval, es una fiesta en la que los ritos y manifestaciones de origen arcaico se mezclan en la época romana con otros de tipo social, que perduran hasta la Edad Media, adquiriendo también un sentido cristiano. La convivencia de ambas manifestaciones, la pagana y la cristiana, nos lleva definitivamente a fijar los caracteres que aún hoy en día se detecta en la fiesta del Carnaval.
La cultura popular era poderosa mientras que la oficial y religiosa más débil, por lo que, con fines propagandísticos la iglesia hacía cuadrar sus celebraciones con aquellas que fuesen paganas, con el único fin de intentar cristianizarlas. Las fiestas populares en las que la risa, la burla o pantomima, eran elementos esenciales, fueron consideradas como actos demoníacos, emanantes del Infierno, y el rezo, el recogimiento, la oración y el arrepentimiento como provenientes de Dios. Estas premisas marcaron la concepción filosófica de los primeros tiempos de la iglesia medieval, y en cuanto comenzaron a considerarse como una segunda naturaleza humana estas manifestaciones de desahogo, hasta el estamento religioso llegó a asumirlo en el entorno de su propio ritual, permitiendo estos excesos en determinadas épocas del año con el único fin de ir erradicándolo poco a poco, y así de esta forma, los mismos religiosos, conscientes de su papel transformador, contribuyeron a su expansión bajo nuevas formas, potenciadas por ellos mismos. Así llegaron a recrearse situaciones jocosas y satíricas de paisajes bíblicos y de libros religiosos, siempre justificándolas bajo la premisa de esa segunda naturaleza humana. En la liturgia, en funerales, en matrimonios, bautizos y otras ceremonias comienzan a aparecer estas manifestaciones satíricas; ejemplo de ello son: “Las fiestas de San Juan” “Los Inocentes” “La liturgia de los Borrachos” “El evangelio de los Borrachos” “El Testamento Porcelli” “Pater Noster” “Credo” y otras letanías, que sin ninguna duda nos remiten a los Testamentos y Entierros de nuestras fiestas del Carnaval. También viejas piezas teatrales, los “ministerys” (de los menestrales=gremios) con intención ridiculizadota son un precedente de los Entremeses y Apropósitos de nuestros tiempos.
En muchas de estas fiestas salían ya previamente los “demonios” enmascarados, circulando libremente por las calles y creando un ambiente de desenfreno. Al poco tiempo estos enmascarados ya aparecen organizados participando en gremios, en danzas y finalmente en procesiones como penitentes representando siempre lo demoníaco, lo negativo frente al triunfo de la fe.
A partir del Renacimiento, con la nueva concepción filosófica del mundo y de la vida, la fiesta del Carnaval, fue más un remembranza y un adiós a otra época que ya terminara. En algunos casos fue así, más en otros, la concepción vital medievalista perduró por diversos motivos socioeconómicos, hasta nuestros días; en el rural, agrario y medieval a través de nuestras gentes, de nuestras villas, pueblos y ciudades por medio de los gremios que mostraban sus espectáculos, invenciones, danzas y máscaras.
A partir del Renacimiento, con la nueva concepción filosófica del mundo y de la vida, la fiesta del Carnaval, fue más un remembranza y un adiós a otra época que ya terminara. En algunos casos fue así, más en otros, la concepción vital medievalista perduró por diversos motivos socioeconómicos, hasta nuestros días; en el rural, agrario y medieval a través de nuestras gentes, de nuestras villas, pueblos y ciudades por medio de los gremios que mostraban sus espectáculos, invenciones, danzas y máscaras.

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